[Joon]
Cerré los ojos, aún no habíamos despegado y ya empezaba a marearme. Mir
miraba emocionado el paisaje desde la ventanita.
-¡Aún no me creo que estemos en el avión hacia Grecia!-Exclamó.
-Ahá.
Respiré hondamente esperando relajarme. Se me formó un nudo en la garganta
y al tragar saliva me dolía.
-¿Estas bien?-Preguntó preocupado.
-Sí, sí, solo un poco mareado.-Le hice un gesto con la mano en señal de que
me encontraba bien-.Antes me tomé la pastilla para el mareo, ya me hará efecto.
Mir puso “morritos” e hinchó los cachetes. Luego se echó hacia atrás y se
acomodó en el asiento. Saqué el iPod y me puse los cascos. A lo mejor así me
calmaría de esta forma. Una azafata me dio dos toques en el hombro.
-¿Sí?-Pregunté.
-Perdone, pero no puede utilizar aparatos electrónicos ni antes del
despegue ni en el aterrizaje.-Me informó.
-Ah, lo siento, no se repetirá.-Guardé el iPod a desgana, ¿ahora qué iba a
hacer?
Mir acarició suavemente mi mejilla. Mi mirada se encontró con la suya, una
mirada tierna y pacífica.
-Gracias.-Susurré.
-Cierra los ojos e intenta dormir, a lo mejor se te pasa antes.-Aconsejó.
Sonreí. Me acomodé y cerré los ojos de nuevo para poder descansar.
…
El trayecto se me hizo eterno, un tercio del viaje lo pasé durmiendo, pero
el pasajero de al lado se atragantó con un bocadillo y me despertó con su tos,
nunca había viajado durante tantas horas.
Al fin sonaba la voz del piloto “Les deseo una feliz estancia”. Sentí que
eran las mejores palabras que iba a escuchar durante toda mi vida. Me levanté
del asiento y junto a Mir salí hacia el aeropuerto.
-Espérame fuera, yo iré a recoger el equipaje.
-De acuerdo.-Respondí.
Observé a Mir mientras se marchaba. Me estiré a la vez que bostezaba, el
viaje había sido muy largo e incómodo, nada más llegar al hotel dormiría.
Salía al exterior y me senté en uno de los pocos bancos que quedaban
libres.
-¿Tiene fuego?
Me giré, delante de mí había un hombre inglés de unos cuarenta años,
parecía un ejecutivo.
-Lo siento, no fumo.-Respondí a la vez que hacía un gesto de negación con
la mano.
-Oh, perdón por haberle molestado.
Volví a girarme y observé el paisaje. Aún no me creía que estuviera en
Grecia, todo había sido muy rápido, hay veces en las que pienso cuándo compré
los billetes y porqué fue tan repentino. Quizás fuera por estar a solas con
Mir, sí, será eso, porque no es normal que alguien te diga que quiere ir a un
sitio y comprar los billetes al día siguiente, no sé, se suele planear durante
unos días. El golpe de una maleta sobre el suelo me desató de mis pensamientos.
-¡Aquí están!-Exclamó Mir jadeando.
-Debería de haber ido a ayudarte, pesan mucho.
-No pasa nada, solo son dos maletas.
-Has llegado jadeando-le miré inquisitivamente-y no sé si debo
recordarte que te operaron de una hernia, es mejor que no vuelva a pasar,
me asustaste mucho.
Mir calló, me miraba meditabundo.
-Sí, tienes razón-dejó su maleta y sacó el móvil-voy a mandarles un mensaje
a los chicos, para que sepan que hemos llegado bien.
-Vale, ¿voy a por un taxi? Espero que alguno hable inglés…
Me dirigí hacia la parada de taxi.
-¿Necesita un transporte?
Me giré.
-Oh, sí, gracias.-Sonreí.
-Le vi cara de necesitar un taxi, ¿a dónde va?-Preguntó.
-Al Royal Olympic Hotel, ¿puede ayudarme con las maletas? Mi compañero ha
sido recientemente operado de una hernia y yo solo no puedo con el peso de las
maletas.
-Oh, claro.
El taxista recogió las maletas. Mir vino hacia mí.
-¿Quién es?-Preguntó.
-¿No lo ves? Es un taxista, anda, entra en el coche.-Indiqué.
Ambos entramos en el taxi, el interior olía a colonia barata y a snacks,
algo que me revolvió el estómago. Mir abrió la ventana desesperado, seguramente
también le haya revuelto el olor de la colonia. El taxista puso música, era
bastante rara, nunca la había escuchado. En el estribillo no paraba de repetir
“Baby, I like it”… Bah, por mucho que piense no voy a saber qué cantante es.
Rocé la mano de Mir con las yemas de mis dedos. Él me miró.
-¿Por qué estás tan callado?-Pregunté.
-Me estaba relajando, estoy muy cansado.
Agarré su mano.
-Cuando lleguemos te tumbas a mi lado a dormir.
Mir se ruborizó un poco.
-Pero solo dormir, nada de toqueteos o meteduras de mano.-Se quejó.
-¿Tanto te preocupa eso?-Pregunté a la vez que tonteaba un poco.
-Es que siempre me avasallas.
-Mmm… Solo intento hacerte ver que te quiero y me atraes.-Volví a tontear.
-¡Ah!-Exclamó mientras daba un brinco.
Me reí.
-Sabes que te quiero.
-Pero es que siempre estás haciendo esas cosas y bueno, me siento raro.
-Eh, ¿quién es aquí el que comenzó todo?-Pregunté indignado.
-Tú me besaste.-Se defendió.
-¡Aish! No debería hablar. –Reí.
-Ya, te entiendo, te refieres a que al principio yo no te atraía.
Le acaricié la mejilla.
-Pero ahora sí, y no solo me atraes, también te quiero.
Sonrió cálidamente. Miré de reojo al conductor, nos miraba con intriga, ni
que esto fuera un culebrón.
-Ya hemos llegado.-Anunció.
Salí del taxi y abrí la puerta de Mir.
-Gracias.-Dijo.
El taxista sacó las maletas del portaequipajes.
-Les deseo una feliz estancia.-Sonrió de oreja a oreja.
-Muchas gracias.-Respondí.
Mir sonrió e hizo una pequeña reverencia. Cargué como buenamente pude con
las dos maletas y llegamos a la recepción.
-Hola, buenas noches, soy Lee Joon, hace unos días hice una reserva.
-Buenas noches señor Lee, su habitación es la veintitrés, aquí tiene la
llave de su habitación.-Dijo.
-Gracias.-Sonreí y cogí la llave.
Subimos a la habitación, tiré las maletas sobre la cama y luego me dejé
caer.
-Aaah.-Suspiré.
-¿Por qué es una cama de matrimonio?-Preguntó extrañado.
-Ah, ¿no te lo dije? Todas las demás habitaciones están ocupadas y solo
quedaba la matrimonial.
-Con razón el de recepción nos miraba tan mal.-Masculló.
Me reí a carcajadas.
-¿Tienes miedo de que te haga “cosas malas”?-Pregunté mientras me
desabrochaba poco a poco la camisa.
Mir corrió a esconderse en el baño.
-¡Basta!-Gritó desde la puerta.
Volví a reír. Me levanté y fui hacia el baño. Toqué varias en la puerta.
-Mir…Mir…Mir…Abre la puerta.-Canturreé.
-¡¿Pero tú no estabas cansado?!-Gritó estresado.
-Venga, va, abre la puerta, no te voy a comer… A no ser que tú quieras.
La puerta se abrió lentamente. Mir me miró con cara de niño ofendido. Abrí
la puerta completamente.
-No me hagas nada, quiero dormir de una vez.
-Tranquilo.-Revolví su cabello.
Caminó cohibidamente hacia la cama.
-No me mires cuando me cambie, por favor.-Se sonrojó.
-Vale, vale.-Abrí mi maleta, cogí mi pijama y me di la vuelta.
Comencé a cambiarme. Mir se quejaba de algo. Me giré para saber qué era lo
que le ocurría. Parecía que le costaba quitarse el cinturón. Me acerqué
sigilosamente. Le quité las manos del cinturón y se lo desabroché.
-Serás manco…
-¡Te dije que no miraras!-Exclamó.
-Pero si te quejabas como si no te entrasen los pantalones.-Repliqué.
-Jum.
Terminé de ponerme la camisa.
-A dormir.-Le besé en la mejilla.
Mir me cogió del brazo y me devolvió el beso en los labios.
-Oh, qué travieso, luego me dices que no te haga esas cosas, si me andas
provocando…-Reí.
Bajé la maleta de la cama y me tumbé. Mir se sentó en el borde de la cama.
-Tranquilo, que durmamos juntos no significa que te vaya a asaltar en medio
de la noche.-Me tapé con las sábanas y me pegué al borde de la cama-.Buenas
noches.
Mir se tumbó y se quedó mirando al techo. Cerró los ojos, pero aún seguía
despierto, al igual que yo. No podía dormir de la emoción, es decir, nunca
había dormido a solas con Mir…Bueno, sí, pero no de viaje los dos solos.
Bostecé, el sueño empezaba a vencerme.