[Joon]
Aparqué en la parte trasera de un centro comercial ya que no
había sitio libre en el aparcamiento, Mir se quejaba ya que no quería caminar
tanto. Le miré esperando a que bajase del coche.
-¿Vas a bajar?-Pregunté.
-¿Por qué tenías que aparcar tan lejos?-Preguntó con su
típico tono de niño.
-No había sitio, Mir, no iba a quitar un coche y aparcar el
nuestro.
-Tanto músculo y no te sirve de nada.-Bajó del coche.
-Eh.
-¿Qué, digo o no la verdad?
Fruncí el entrecejo, pero me alejé de la discusión, bajé.
-¡Oh, Mir, verás a los monos!-Exclamé para cambiar de tema.
Mir gritó de una manera muy extraña, era como un gato
atropellado pero a la vez emocionado.
-¡Que ganas!
-Ha, ha, ha, verás a tu familia.-Reí.
La expresión de Mir cambió repentinamente.
-Dirás que voy a conocer a tu familia, la mía es más
civilizada.
-Tu sobrino casi incendia la casa.
-Es un bebé.-Le defendió.
-¿Y? Tú también eres un poco animal.
-Y tú eres un vago, ¡qué digo! Tú no vienes de la familia de
unos monos, si no de unos perezosos, ¿sabes qué animales son? Es que como eres
tan “cortito”.-Criticó.
Cerré el coche de un portazo, ¿Mir me ponía a prueba? O…
¿Sigue molesto por no querer decir nada sobre Thunder? De cualquier manera era
mi turno para contratacar.
-Thunder no era tan molesto.-Comenté para avivar el fuego.
Mir siguió caminando detrás de mí, no se detuvo ni abrió la boca.-Él es
distinto a ti, tú solo sabes avasallar, él al menos…
-Cállate.
Su tono de voz había cambiado drásticamente, ¿había
conseguido cabrearle? Me giré para poder observar su expresión y sentir que
había vencido, pero fue cuando el fuego empezó a desvanecerse. Una ligera
llovizna empezó a caer domando a las más altas llamas, haciéndolas retroceder,
mi corazón se empezó a partir. Dejé de caminar y me detuve, Mir seguía
caminando, pero con la cabeza agachada. Tenía las manos metidas en los bolsillos y
avanzaba lentamente. Esperé a que éste llegase a mi altura.
-¿Por qué no caminas? Si nos venden las entradas juro que no
te hablo en la vida.-Siguió caminando, ignorándome.
Lo miré de arriba abajo, él no se comportaba así,
normalmente estaría gritando y queriendo entrar impaciente al zoo.
-Nunca hubo nada.-Quise romper el hielo-.Nunca.
Se paró de golpe.
-Lo siento Joon, pero en esto sí que no puedo
creerte.-Levantó la vista hacia el cielo y respiró hondo-.Sigamos.
-¿No te interesaba saber si pasó algo? Pues nunca pasó nada,
quizás le atrajese a Thunder, pero nada más, ¿crees que me he liado con él?
Se giro hasta poder mirarme.
-Sí, por lo que he presenciado creo que tenéis todas las
papeletas de haberos podido enrollar.
Vacilé durante unos segundos, luego respiré hondo y sonreí.
-Nunca dejaría lo más lindo que tengo por un instante de
placer.
Sus mejillas se sonrojaron, parpadeó dos veces y sonrió
ilusionado mientras desviaba la mirada hacia una madre con dos niños pequeños.
-¡Oppa!-Gritó uno de ellos.
Miré hacia donde se perdía la mirada de Mir –que también se
impresionó al ver quién era—, un niño pequeño, de pelo negro y cara de angelito
venía corriendo hacia nosotros. ¿Leo…?... ¿Leo Recipon?
-¡Leo!-Exclamó Mir.
Leo se lanzó a los brazos de Mir, que lo elevó en el aire
mientras se reía. Parece que el niño le ha salvado de una situación incómoda…
La madre vino corriendo abandonado a su marido que había ido a comprar helados. Me acerqué al niño.
-¿A mí no me saludas?-Pregunté intentando sonar ofendido.
-¡Oppa, te echo de menos!-Exclamó.
Me arrancó una sonrisa, Leo era el tipo de niño que me
gustaría tener por hijo.
-¿Y tu papá?-Agarró mejor Leo.-¿Dónde está?
-¡Oh, es verdad! Leo, tenemos que irnos, papá ha ido a por
helados y si vuelve y no nos ve se
pondrá triste.
Leo puso cara de sorprendido.
-Pero oppa puede llamarte.-Respondió.
-¡Huy que no llevo el móvil!
Mir se acercó con Leo y se lo dejó a la madre, no antes de
que le diéramos un beso en la frente. Leo nos miró con su cara de cachorrito
que está a punto de llorar a cántaros, pero lo comprendió y se despidió de
nosotros con la mano. Empezamos a caminar, sin embargo yo no podía apartar la
vista del pequeño diablillo que nos miraba cariñosamente. Sin darme cuenta, Mir se fue pegando hacia mí, dejó que nuestras manos se rozaran y luego,
tímidamente cogió mi mano con la suya. Le miré asombrado, pero él miraba al
firmemente al frente. Sonreí. ¿Tan tímido era? Y pensar que él es con el que
menos a gusto me sentía…
-¿Te apetece comer algo antes de visitar a los animales?
-No tengo hambre.-Agarró más fuerte mi mano.
¿Por qué estaba así? Él antes no se solía molestar… No me
digas, ¿todavía está con lo de Thunder?
-Pues yo voy a comprar algo de comer, si tienes hambre me lo
dices y te compro alguna cosa.-Me separé de él y metí las manos en los
bolsillos-.Creo que miraré a ver si tienen barritas de pescado, están muy
buenas.-Caminé alejándome de él.
-¡Pero espérame, que no quiera comer no significa que no vaya a ir contigo!-Vino corriendo.
Sonreí sin volverme.
-Entonces, ¿quieres que te compre barritas?
-¡Que acabo de ver que tiene batido de plátano y como se acabe...!-Pasó de mí.
No supe reaccionar, entonces es que no tiene hambre... ¿Quería un batido de plátano? Caminé hacia el puesto.
-Dos barritas de pescado.-Pedí.
Mir empezó a sorber de su batido con una cara de felicidad extrema.
-¡Qué fresquito y qué bueno!
Respiré hondo.
-¿Me puede cobrar?
-Sí, son nueve mil won.
-¿Dos barritas nueve mil won?-Pregunté boquiabierto.
-Y el batido del chico.-Indicó.
Me giré y miré con recelo a Mir, su batido era muy caro. Extendí el billete y recogí las vueltas.
-Eres una sanguijuela.-Me quejé.
-Dijiste que pagabas, ahora ¿podemos ir a ver a los tigres? Me apetece mucho, qué pena que no haya venido Seungho...
-¿No querías que esto fuera una cita?-Examiné las barritas atentamente.
-¿Una cita?-Preguntó.
Levanté la mirada y la clavé en él.
-Sí, una cita, ¿sabes qué es o te lo tengo que explicar?
-No pensé que se tratara de una cita.
-¿Quieres hacerme sentir mal?-Fruncí el ceño.
-¡Oh, no! Lo decía porque de saber que esto era una cita me habría comportado mejor...
-Déjate de excusas y vamos a ver a los elefantes.-Le agarré del brazo y me lo llevé a rastras.
-¡Pero yo quiero los tigres!
Sentí como la mirada de miles de madres se clavaban en nosotros, ¿qué pensarían al respecto? Dios, que vergüenza...
-Veremos lo que yo quiera primero.-Zanjé.
Recorrimos gran parte del zoo a mi antojo, cuando Mir abría la boca para decir algo me giraba y le miraba con la intención de intimidarle. ¿Me estaría pasando? Llegamos a la zona de hielo donde estaban los pingüinos. Miré a mi alrededor mientras él intentaba hablar con el animal más joven -lo que me pareció algo bastante extraño-, esperé hasta que el último niño se hubiera ido y me aferré violentamente a Mir.
-¡Ah, me haces daño!-Exclamó.
-No soy muy delicado y lo sabes.-Me disculpé.
Mir masculló, luego dejó de intentar librarse de mis brazos.
-Al menos déjame hablar con Pororo.-Hinchó los cachetes.
-¿Pororo, ese es Pororo?-Reí.
-Sí.-Afirmó con la cabeza-.Se parece a Pororo.
Me acerqué a su oído.
-Te quiero.
Y se hizo el silencio... Mi mirada se perdía en el cristal, observando a los pingüinos que correteaban ajenos a lo que ocurría en el exterior. Mir había entreabierto la boca, pero ninguna palabra salía de ella. Esperaba ansiosamente una respuesta, quizás un "yo también", pero de momento no había ninguna. Cerré los ojos esperando a que ocurriera. El perfume de Mir violaba mis sentidos y un sinfín de sensaciones recorrían mi cuerpo, ¿Mir sentiría lo mismo cuando le abrazo o me abraza? Hundí mi cabeza en su hombro, el cálido tacto de su piel contrarrestaba con el frío de la estancia y era muy agradable.
-Yo también... te quiero, Joon.-Susurró.
Mi corazón dio un vuelvo, ¿lo había dicho? Sí, ¿no? Sonreí como nunca antes había sonreído, acerqué más el cuerpo de Mir al mío.
-Gracias.-Le susurré.
Recorrimos gran parte del zoo a mi antojo, cuando Mir abría la boca para decir algo me giraba y le miraba con la intención de intimidarle. ¿Me estaría pasando? Llegamos a la zona de hielo donde estaban los pingüinos. Miré a mi alrededor mientras él intentaba hablar con el animal más joven -lo que me pareció algo bastante extraño-, esperé hasta que el último niño se hubiera ido y me aferré violentamente a Mir.
-¡Ah, me haces daño!-Exclamó.
-No soy muy delicado y lo sabes.-Me disculpé.
Mir masculló, luego dejó de intentar librarse de mis brazos.
-Al menos déjame hablar con Pororo.-Hinchó los cachetes.
-¿Pororo, ese es Pororo?-Reí.
-Sí.-Afirmó con la cabeza-.Se parece a Pororo.
Me acerqué a su oído.
-Te quiero.
Y se hizo el silencio... Mi mirada se perdía en el cristal, observando a los pingüinos que correteaban ajenos a lo que ocurría en el exterior. Mir había entreabierto la boca, pero ninguna palabra salía de ella. Esperaba ansiosamente una respuesta, quizás un "yo también", pero de momento no había ninguna. Cerré los ojos esperando a que ocurriera. El perfume de Mir violaba mis sentidos y un sinfín de sensaciones recorrían mi cuerpo, ¿Mir sentiría lo mismo cuando le abrazo o me abraza? Hundí mi cabeza en su hombro, el cálido tacto de su piel contrarrestaba con el frío de la estancia y era muy agradable.
-Yo también... te quiero, Joon.-Susurró.
Mi corazón dio un vuelvo, ¿lo había dicho? Sí, ¿no? Sonreí como nunca antes había sonreído, acerqué más el cuerpo de Mir al mío.
-Gracias.-Le susurré.