[Dongwoon]
No dijo nada, me miraba extrañado. Me senté a su lado.
-¿Qué haces en un parque nevado estando en pijama? Así te vas a resfriar, idiota.
Mir empezó a respirar entrecortadamente, amenazaba con llorar.
-Yo…
Me acerqué hacia él y le abracé.
-Shh…No digas nada… ¿G.O se ha vuelto a comer algún pastel tuyo?-Negó con la cabeza-¿Seungho te ha quitado dinero?-Volvió a negar-¿Joon…?
Se aferró a mi chaqueta y empezó a llorar. Sabía lo que ocurría. Mir siempre ha sido “especial” en ese sentido.
-No quiero volver a esa casa…-Musitó.
-Pero debes hacerlo.-Acaricié su cabeza.
-Tú no sabes lo que ha pasado ahí.
-¿Y? Te morirás si te quedas aquí.
Mir se separó bruscamente de mí.
-¡Prefiero morir a estar con ellos!-Exclamó entre lágrimas-¡No quiero estar al lado de Joon ni de Thunder!
Cogí su rostro entre mis manos.
-¿Me puedes hacer un favor? Deja de llorar, no te entiendo mucho…
-¡Odio a Thunder!-Gritó furioso.
Cogí su mano y la apreté.
-Mir, vas a hacer que llamen a la policía.-Intenté relajarle.
-¡Le odio!-Gritó aún más fuerte mientras se levantaba y apretaba los puños.
Me levanté y cogí su brazo, atrayéndole hacia mí.
-¿Quieres tranquilizarte? Si al menos me lo explicases…
-¡Ojalá se muera!
Le pegué infracto. Se calló. Llevó su mano hacia su mejilla, ahora rojo por el cachetazo que le propiné.
-Nunca digas eso.-Zanjé.
Mir se dejó caer de rodillas sobre la nieve, empezó a jugar con la que estaba alrededor de sus manos. Parecía un niño de parvularios al que le das una caja con arena para entretenerse, no hablaba, no gesticulaba, solo se concentraba en su caja. Oía como tarareaba en susurros, como si fuera una nana, las lágrimas le resbalaban ágilmente sobre las mejillas y sus manos empezaban a enrojecerse por el hielo, parecía empezar a delirar. Me agaché y me quité los guantes, cogí sus manos y se los puse. Él seguía jugando con la nieve, no me dio ni las gracias. Aparté los mechones que caían rebeldemente sobre su rostro y le besé en la frente, la cual le ardía. Saqué mi teléfono móvil y le escribí un mensaje a Seungho diciéndole que esta noche Mir se quedaba en mi casa y que estaría de vuelta a las nueve de la mañana. Me coloqué al lado de Mir y le levanté cogiéndole por la cintura, pasando uno de sus brazos sobre mis hombros.
-¿Qué haces?-Murmuró costosamente.
-Estás muy enfermo, te vienes conmigo a casa.
-Mañana tengo partido…-Siseó entre dientes de la poca fuerza que en él se hallaba.
-Estarás de vuelta a las nueve de la mañana, aunque dudo que vayas a poder jugar a ese partido.
Mir se quejó, ya no podía ni hablar.
-Hazme el favor y camina un poco, a no ser que quieras que te lleve a mi casa como si fueras una princesita.
-No quiero caminar.
-Tú lo has dicho.-Contesté mientras hacía fuerza y le cogía en brazos.
Mir se agarró a mi cuello y apoyó su cabeza en mi pecho. Seguramente se quedase dormido durante el trayecto.
Llegamos a casa. Abrí la puerta con dificultades ya que Mir empezaba a pesarme. El pasillo olía a café, necesitaba uno ahora, pero me desvelaría. Caminé hasta la habitación, suerte que la tenía en la planta baja. Tumbé a Mir en la cama y comencé a desabrocharle la camisa. Estaba empapado, así que le pondría uno de mis pijamas invernales. Parece mentira que sea adulto, aunque ¿quién no se comporta como un niño por amor? Me acerqué a su rostro, contemplando cada milímetro de él. Acaricié su fría mejilla, mejilla que antes había pegado. Me arrepentía, pero mejor hacerlo uno mismo a que lo haga otro en otras circunstancias y otras intenciones. Mir se movió, arrestando mi mano contra su pecho y el colchón de la cama. Me reí, intenté sacar la mano, pero Mir no me dejaba, se había enganchado a ella. Suspiré. Me descalcé, me quité la chaqueta y me tumbé a su lado…, si no puedes con el enemigo únete a él.